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Descriptor de cargo: Supervisor de Campo

Propósito

El Supervisor de Campo tiene como propósito asegurar la ejecución eficiente, segura y oportuna de las labores agrícolas diarias en el fundo. Su rol contribuye directamente a la productividad del equipo de operaciones de campo, mediante la supervisión cercana, la coordinación con encargados funcionales y la implementación de mejoras prácticas, impactando en la calidad de los procesos productivos y en el cumplimiento de los objetivos operacionales de la empresa agrícola exportadora.

Descripción general

El Supervisor de Campo es un cargo de tipo Supervisor de Ejecución, con rol de gestor de equipos operativos, y corresponde a un cargo crítico dentro de la operación agrícola. Pertenece a la función de Producción Agrícola, clasificada como función clave del negocio. El cargo reporta directamente al Encargado de Producción del Fundo.

Sus responsabilidades se distribuyen en un 80% de actividades operativas y un 20% de actividades tácticas. El cargo se orienta a supervisar la ejecución diaria de labores agrícolas, coordinar con encargados funcionales, monitorear rendimientos y condiciones del campo, y participar en la planificación semanal, aportando información desde terreno para la toma de decisiones operativas.

El cargo impacta directamente en el cumplimiento de las metas productivas del fundo, al asegurar la correcta ejecución de las labores en terreno, la calidad del trabajo del equipo y la fluidez en la coordinación interna. Su influencia se extiende a los resultados operativos diarios y a la mejora continua de los procesos en campo, con impacto directo en la eficiencia y productividad del equipo agrícola.

Complejidad e impacto

Profundidad de conocimiento

Conocimiento funcional: El Supervisor de Campo requiere un conocimiento técnico sólido en labores agrícolas, uso de herramientas y tecnologías aplicadas al manejo de cultivos. Este conocimiento se adquiere a través de estudios técnicos en agronomía o formación práctica extensiva en campo. Debe dominar procedimientos de supervisión agrícola y control operativo, aplicándolos consistentemente para guiar al equipo en tareas especializadas bajo condiciones variables.

Conocimiento del negocio: Este rol exige comprensión práctica del ciclo agrícola, manejo de recursos productivos, estacionalidad y condiciones climáticas que afectan la operación. Requiere conocer los objetivos productivos del fundo, las exigencias de calidad y rendimiento esperadas, y cómo su gestión en terreno impacta la cadena de valor de la empresa agrícola exportadora.

Desafío

Resolución de problemas: El cargo requiere capacidad para resolver problemas frecuentes relacionados con ejecución de labores, condiciones del campo o desempeño del personal. Debe tomar decisiones rápidas en terreno, muchas veces con información incompleta, para ajustar labores o resolver imprevistos. Se espera proactividad para identificar mejoras y colaborar en el ajuste de planes de acción operativa.

Liderazgo: El Supervisor de Campo lidera equipos operativos en terreno, guiando su trabajo diario, entregando instrucciones claras, asegurando el cumplimiento de metas y fomentando buenas prácticas. Su liderazgo es directo, basado en la supervisión continua y el ejemplo, siendo responsable del ambiente laboral, la disciplina y el compromiso del equipo con los objetivos productivos.

Comunicación: El rol requiere comunicación clara y constante con el equipo de campo y con encargados funcionales. Debe transmitir instrucciones operativas, retroalimentar al equipo sobre desempeño, y comunicar incidencias o necesidades al Encargado de Producción. La capacidad para expresar de forma efectiva lo observado en terreno es clave para la coordinación táctica.

Influencia

Autonomía: El cargo opera con autonomía en la ejecución de labores agrícolas diarias y la gestión de su equipo. Si bien recibe lineamientos generales desde el Encargado de Producción, tiene la responsabilidad de tomar decisiones en tiempo real para resolver contingencias y ajustar procedimientos. Su criterio técnico es determinante para la ejecución eficiente de las labores.

Forma del impacto: El impacto del Supervisor de Campo se materializa a través de la mejora en la eficiencia operativa, el cumplimiento de cronogramas y estándares de calidad en las labores agrícolas. Influye directamente en la productividad del fundo mediante su rol de supervisión, coordinación y ajuste táctico, contribuyendo al desempeño general de la operación agrícola.

Alcance del impacto: El alcance del cargo es principalmente a nivel de su equipo de trabajo directo y del fundo en el que opera. Sin embargo, sus decisiones e informes contribuyen a la planificación operativa del área agrícola. Su desempeño influye en los resultados del campo asignado y en la alineación entre planificación táctica y ejecución diaria en terreno.

Responsabilidades

Actividades operativas (80%)

Actividades tácticas (20%)

Actividades estratégicas (0%)

No aplica para este cargo.

Requisitos

Formación y experiencia

Conocimientos

Conocimientos clave:

Conocimientos deseables:

Capacidades personales

Competencias

Competencias clave:

Competencias deseables:

Otros

Interacciones

El Supervisor de Campo mantiene interacción constante con encargados de cuadrilla, jefaturas operativas y personal técnico para coordinar labores agrícolas, monitorear avances y resolver contingencias. A nivel externo, puede relacionarse con contratistas agrícolas para asegurar el cumplimiento de servicios específicos, actuando como contraparte operativa y supervisando el desempeño en terreno.

Evaluación de desempeño

Criterios de evaluación

Ejemplos de indicadores medibles

Información laboral & administrativa

Guía de preguntas y respuestas

Para este cargo se propone una entrevista basada en competencias. A continuación, se presentan las preguntas sugeridas para cada competencia identificada, junto con las expectativas de respuesta alineadas con los requerimientos del rol.

Competencias clave

Competencias deseables

Demanda cognitiva del cargo

Este análisis se basa en la aplicación estructurada de modelos científicos reconocidos en psicología cognitiva, especialmente el modelo CHC (Cattell–Horn–Carroll), que clasifica las capacidades mentales en seis dominios estables y medibles para describir la demanda cognitiva del trabajo: Inteligencia Fluida (Gf), Inteligencia Cristalizada (Gc), Memoria de Trabajo (Gwm), Velocidad de Procesamiento (Gs), Capacidad Visoespacial (Gv) y Memoria a Largo Plazo y Recuperación (Glr).

Estas capacidades permiten describir con precisión los procesos mentales que requiere el ocupante de un cargo para enfrentar distintos tipos de desafíos intelectuales que demanda el rol, desde la resolución de problemas inéditos hasta la retención eficiente de información, el análisis verbal complejo o la integración de aprendizajes previos.

Las demandas cognitivas se organizan en tres niveles de relevancia para el cargo: capacidades clave, complementarias y no relevantes. Una capacidad clave es esencial para cumplir con las exigencias cognitivas del rol; su nivel requerido será Medio, Medio-alto o Alto, en función del grado de desafío identificado. Una capacidad complementaria no es imprescindible, pero puede potenciar el desempeño en ciertos contextos laborales o tareas específicas, y niveles bajos podrían representar una limitación bajo presión o carga elevada. Por último, una capacidad no relevante tiene bajo o nulo impacto directo en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar el funcionamiento general si interactúan con otras debilidades del entorno o del rol.

Perfilamiento del ocupante del cargo

Este perfilamiento está basado en el modelo de personalidad Big Five, reconocido globalmente por su solidez científica y su capacidad para predecir el desempeño en distintos entornos laborales. La evaluación se realiza considerando 10 rasgos que componen los cinco factores principales de la personalidad: Apertura, Responsabilidad, Amabilidad, Extraversión y Neuroticismo.

La apertura en 10 rasgos permite una mayor precisión y profundidad en la definición de los requisitos intelectuales, conductuales y emocionales del ocupante del cargo, al capturar matices como el estilo de pensamiento, la forma de relacionarse, la organización personal o la respuesta ante la presión. Además, facilita distinguir cuáles rasgos son más estables y cuáles presentan mayor maleabilidad, lo que resulta clave tanto para la selección como para el desarrollo y la gestión del talento.

Los requisitos del perfil se organizan en torno a cuatro niveles de relevancia para el cargo: rasgos clave, complementarios, acotados y no relevantes. Un rasgo clave es esencial para el éxito en el cargo y determina la capacidad del ocupante para cumplir con las exigencias del rol; su intensidad requerida será Media, Media-Alta o Alta. Un rasgo complementario no es estrictamente necesario, pero potencia el desempeño en ciertas situaciones del rol. Un rasgo acotado puede estar presente, pero controlado, ya que niveles altos podrían generar desalineación con el cargo. Por último, un rasgo no relevante tiene bajo o nulo impacto en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar indirectamente ciertas conductas básicas de funcionamiento laboral, por lo que no deben ser descartados sin análisis contextual.

Ajuste a la cultura organizacional

La cultura organizacional se configura como un entorno humano y participativo, centrado en el compromiso interpersonal, la colaboración operativa y la continuidad del quehacer diario. El trabajo se desarrolla en contextos donde el respeto mutuo, la cercanía y la estabilidad emocional son clave para el funcionamiento. Los liderazgos se manifiestan de forma cercana y cuidadosa, favoreciendo vínculos horizontales y prácticas que refuerzan la cohesión del grupo. Se promueve el aprendizaje colectivo y la atención a los demás, en una cultura que equilibra contención relacional con estructuras claras y una disposición moderada al cambio cuando es funcional al bienestar común.

Esta organización tiende a privilegiar la orientación hacia propósitos compartidos por sobre el avance individual, reflejando un impulso cultural más altruista que competitivo. Existe un equilibrio entre la necesidad de estabilidad y la apertura a nuevas ideas, lo que genera un entorno en el que la previsibilidad opera como base para la mejora continua. Se observa una preferencia por el cumplimiento estructural y el respeto a normas organizacionales por sobre la búsqueda de ambientes laborales particularmente estimulantes o emocionalmente gratos. En las relaciones interpersonales predomina el sentido de pertenencia y la integración al colectivo, por encima de la expresión individual libre o la diferenciación personal. Este patrón cultural favorece a personas comprometidas, respetuosas y colaborativas, que valoran la estabilidad relacional y se orientan al bien común desde una lógica práctica y afectiva.

Para caracterizar al individuo que encarna esta cultura, se emplea el marco de los valores de Schwartz, un conjunto de principios universales que reflejan aquello que una persona valora, privilegia y considera importante al tomar decisiones y relacionarse en el trabajo. Precisar el nivel de cada valor permite traducir la dinámica cultural descrita en pautas de comportamiento concretas, desde la visión organizacional hasta el perfil personal que la representa.

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