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Descriptor de cargo: Product Owner

Propósito

El Product Owner tiene como propósito gestionar y priorizar el backlog del producto, alineando los requerimientos del negocio con las necesidades de los usuarios. Su labor garantiza que el equipo de desarrollo avance con claridad y foco, maximizando el valor entregado en cada iteración. A través de una coordinación efectiva con stakeholders y equipos técnicos, impacta directamente en la evolución estratégica del producto y en su calidad final.

Descripción general

El Product Owner es un Profesional de Nivel Intermedio, con rol de contribuyente individual, y corresponde a un cargo crítico dentro de la organización. Pertenece a la función de Tecnología y Producto, clasificada como función clave del negocio. El cargo reporta directamente al Jefe de Producto Digital.

Sus responsabilidades se distribuyen en un 30% de actividades operativas, un 50% de actividades tácticas y un 20% de actividades estratégicas. Su labor integra la definición de requerimientos, priorización del backlog, validación de entregables, análisis de feedback de usuarios y coordinación directa con equipos de desarrollo, UX y áreas del negocio.

Contribuye directamente al valor del producto digital al asegurar la alineación entre las necesidades del negocio y la ejecución del equipo técnico. Su impacto se refleja en la calidad, funcionalidad y pertinencia de cada entrega, influenciando la experiencia del usuario, los resultados comerciales y la capacidad de adaptación del producto frente a nuevas oportunidades.

Complejidad e impacto

Profundidad de conocimiento

Conocimiento funcional: El Product Owner debe poseer conocimientos técnicos sólidos en metodologías ágiles, desarrollo de productos digitales, gestión de backlog y definición de historias de usuario. Requiere comprender herramientas de priorización, criterios de aceptación y procesos iterativos, permitiéndole guiar al equipo con claridad, precisión y eficiencia. Su experticia debe combinar la lógica de negocio con una comprensión técnica suficiente para dialogar con desarrolladores.

Conocimiento del negocio: El rol exige una comprensión integral del modelo de negocio de la empresa, las necesidades de los usuarios, la lógica comercial detrás de cada funcionalidad y la forma en que el producto genera valor. El Product Owner debe conocer el entorno competitivo y las metas estratégicas, para priorizar funcionalidades que maximicen el impacto y alineen los desarrollos con los objetivos organizacionales.

Desafío

Resolución de problemas: El Product Owner enfrenta desafíos que requieren identificar, analizar y resolver problemas funcionales y de alineamiento entre áreas. Debe tomar decisiones con información parcial, equilibrar requerimientos diversos y gestionar conflictos entre prioridades. Su capacidad de análisis y resolución es clave para mantener la agilidad del desarrollo y asegurar entregas efectivas, ajustadas a plazos, calidad esperada y valor de negocio.

Liderazgo: Aunque no lidera personas directamente, el Product Owner ejerce un liderazgo funcional transversal, movilizando equipos multidisciplinarios hacia un objetivo común. Debe influir sin jerarquía, establecer una visión clara del producto, alinear prioridades y mantener el compromiso del equipo. Su capacidad de liderar desde el conocimiento y la convicción es clave para lograr foco, velocidad y excelencia en las entregas.

Comunicación: El rol requiere habilidades de comunicación claras y adaptables para interactuar con desarrolladores, diseñadores, usuarios y stakeholders del negocio. El Product Owner debe traducir necesidades en historias de usuario precisas, comunicar prioridades y justificar decisiones de forma argumentada. Una comunicación efectiva evita errores, alinea expectativas y facilita la coordinación entre áreas.

Influencia

Autonomía: El Product Owner opera con autonomía táctica, tomando decisiones diarias sobre la priorización del backlog, criterios de aceptación y validación de entregables. Aunque trabaja bajo lineamientos estratégicos del negocio, tiene amplio margen para definir cómo se concreta cada iteración. Esta autonomía es esencial para mantener el ritmo ágil de desarrollo y la continuidad del producto.

Forma del impacto: El impacto del Product Owner es directo y funcional, a través de las decisiones que toma sobre el contenido y priorización del backlog. Estas decisiones afectan la experiencia de usuario, la velocidad de entrega y el valor del producto. Su influencia se materializa en cada funcionalidad desarrollada y en la alineación del equipo con las necesidades del negocio.

Alcance del impacto: El alcance del rol se centra en los productos o módulos bajo su responsabilidad, aunque su influencia se extiende a múltiples áreas usuarias y técnicas. Sus decisiones afectan no solo al equipo de desarrollo, sino también a usuarios internos, clientes externos y procesos del negocio, siendo un articulador clave entre estrategia y ejecución en el ciclo de vida del producto.

Responsabilidades

Actividades operativas (30%)

Actividades tácticas (50%)

Actividades estratégicas (20%)

Requisitos

Formación y experiencia

Conocimientos

Conocimientos clave:

Conocimientos deseables:

Capacidades personales

Competencias

Competencias clave:

Competencias deseables:

Otros

Interacciones

El Product Owner mantiene interacción diaria con equipos internos de desarrollo, diseño UX, arquitectura y áreas de negocio para definir requerimientos, validar avances y priorizar funcionalidades. Asimismo, colabora con líderes de producto, stakeholders y usuarios clave para alinear objetivos, recibir retroalimentación y asegurar el valor estratégico de las soluciones entregadas. No contempla interacciones externas directas.

Evaluación de desempeño

Criterios de evaluación

Ejemplos de indicadores medibles

Información laboral & administrativa

Guía de preguntas y respuestas

Para este cargo se propone una entrevista basada en logros. El candidato deberá presentar entre 3 y 5 logros relevantes, describiendo la complejidad del problema enfrentado, los desafíos de liderazgo y comunicación, el grado de autonomía con que actuó y el impacto generado en la organización.

Descripción de logros

1. Complejidad del problema:

Grado de dificultad, ambigüedad o novedad del problema enfrentado, considerando múltiples variables e impactos organizacionales.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo enfrentó un problema en definición de producto, aplicando experiencia previa para estructurar requerimientos complejos y priorizar funcionalidades con impacto tangible en usuarios.

2. Desafío de liderazgo:

Nivel de influencia, coordinación y movilización de personas o equipos requeridos para avanzar hacia una solución efectiva.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo orientó a diseñadores o desarrolladores menos experimentados, ofreciendo feedback continuo y ayudando a madurar entregables sin ejercer supervisión formal.

3. Desafío de comunicación:

Esfuerzo necesario para alinear intereses, persuadir actores clave y facilitar decisiones en contextos diversos o con información sensible.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo presentó requerimientos técnicos a stakeholders no expertos, ajustando lenguaje para facilitar comprensión y generar alineamiento de expectativas.

4. Grado de autonomía:

Nivel de independencia en el análisis, decisión y ejecución, sin necesidad de supervisión directa o validaciones jerárquicas constantes.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo tomó decisiones sobre el backlog o funcionalidad clave sin supervisión directa, integrando criterios de negocio, diseño y viabilidad técnica.

5. Impacto organizacional:

Manera en que la acción realizada transformó estructuras, procesos o decisiones, modificando el funcionamiento o dirección de la organización.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo sus decisiones aumentaron la calidad del producto, redujeron retrabajo o permitieron entregar valor más temprano al usuario final.

Demanda cognitiva del cargo

Este análisis se basa en la aplicación estructurada de modelos científicos reconocidos en psicología cognitiva, especialmente el modelo CHC (Cattell–Horn–Carroll), que clasifica las capacidades mentales en seis dominios estables y medibles para describir la demanda cognitiva del trabajo: Inteligencia Fluida (Gf), Inteligencia Cristalizada (Gc), Memoria de Trabajo (Gwm), Velocidad de Procesamiento (Gs), Capacidad Visoespacial (Gv) y Memoria a Largo Plazo y Recuperación (Glr).

Estas capacidades permiten describir con precisión los procesos mentales que requiere el ocupante de un cargo para enfrentar distintos tipos de desafíos intelectuales que demanda el rol, desde la resolución de problemas inéditos hasta la retención eficiente de información, el análisis verbal complejo o la integración de aprendizajes previos.

Las demandas cognitivas se organizan en tres niveles de relevancia para el cargo: capacidades clave, complementarias y no relevantes. Una capacidad clave es esencial para cumplir con las exigencias cognitivas del rol; su nivel requerido será Medio, Medio-alto o Alto, en función del grado de desafío identificado. Una capacidad complementaria no es imprescindible, pero puede potenciar el desempeño en ciertos contextos laborales o tareas específicas, y niveles bajos podrían representar una limitación bajo presión o carga elevada. Por último, una capacidad no relevante tiene bajo o nulo impacto directo en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar el funcionamiento general si interactúan con otras debilidades del entorno o del rol.

Perfilamiento del ocupante del cargo

Este perfilamiento está basado en el modelo de personalidad Big Five, reconocido globalmente por su solidez científica y su capacidad para predecir el desempeño en distintos entornos laborales. La evaluación se realiza considerando 10 rasgos que componen los cinco factores principales de la personalidad: Apertura, Responsabilidad, Amabilidad, Extraversión y Neuroticismo.

La apertura en 10 rasgos permite una mayor precisión y profundidad en la definición de los requisitos intelectuales, conductuales y emocionales del ocupante del cargo, al capturar matices como el estilo de pensamiento, la forma de relacionarse, la organización personal o la respuesta ante la presión. Además, facilita distinguir cuáles rasgos son más estables y cuáles presentan mayor maleabilidad, lo que resulta clave tanto para la selección como para el desarrollo y la gestión del talento.

Los requisitos del perfil se organizan en torno a cuatro niveles de relevancia para el cargo: rasgos clave, complementarios, acotados y no relevantes. Un rasgo clave es esencial para el éxito en el cargo y determina la capacidad del ocupante para cumplir con las exigencias del rol; su intensidad requerida será Media, Media-Alta o Alta. Un rasgo complementario no es estrictamente necesario, pero potencia el desempeño en ciertas situaciones del rol. Un rasgo acotado puede estar presente, pero controlado, ya que niveles altos podrían generar desalineación con el cargo. Por último, un rasgo no relevante tiene bajo o nulo impacto en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar indirectamente ciertas conductas básicas de funcionamiento laboral, por lo que no deben ser descartados sin análisis contextual.

Ajuste a la cultura organizacional

La cultura organizacional promueve un entorno ágil, dinámico y orientado al cambio continuo. El trabajo cotidiano se caracteriza por la autonomía, la experimentación y la disposición a desafiar lo establecido. Los vínculos laborales tienden a ser flexibles, con liderazgos que inspiran desde la visión y el ejemplo más que desde estructuras jerárquicas. Se valoran la creatividad, el aprendizaje constante y la capacidad de adaptación a nuevos escenarios. Las interacciones internas se configuran como espacios de co-construcción, donde se espera que las personas aporten ideas disruptivas, se involucren activamente en procesos de transformación y operen con una mentalidad abierta, resiliente y orientada a la mejora permanente.

Esta organización mantiene un equilibrio entre la orientación a metas compartidas y el avance profesional individual, sin predominar una motivación sobre la otra. La búsqueda de novedades, la apertura a lo incierto y el cuestionamiento activo de lo establecido predominan claramente por sobre la necesidad de estabilidad o control. Existe una fuerte tendencia hacia entornos laboralmente estimulantes, donde se prioriza el entusiasmo, el reconocimiento y el bienestar cotidiano por sobre la adhesión a normas rígidas o procedimientos establecidos. Además, se valora la expresión personal auténtica, permitiendo una alta diversidad en los estilos de trabajo, más que la adaptación al colectivo o la búsqueda de integración social. Este patrón cultural favorece la incorporación de personas curiosas, creativas y autónomas, que se sientan cómodas en entornos cambiantes y con amplios márgenes para expresarse e innovar.

Para caracterizar al individuo que encarna esta cultura, se emplea el marco de los valores de Schwartz, un conjunto de principios universales que reflejan aquello que una persona valora, privilegia y considera importante al tomar decisiones y relacionarse en el trabajo. Precisar el nivel de cada valor permite traducir la dinámica cultural descrita en pautas de comportamiento concretas, desde la visión organizacional hasta el perfil personal que la representa.

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