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Descriptor de cargo: Gerente de Calidad Clínica

Propósito

El Gerente de Calidad Clínica tiene como propósito liderar la estrategia institucional en calidad y seguridad asistencial, asegurando el cumplimiento de estándares clínicos, la mejora continua de los procesos y la excelencia en la atención al paciente. A través del diseño de políticas, la supervisión de indicadores y la coordinación con equipos clínicos, su labor impacta directamente en la seguridad del paciente y en el posicionamiento institucional frente a entes regulatorios y acreditadores.

Descripción general

El Gerente de Calidad Clínica es un Gerente Intermedio, con rol de gestor de equipos, y corresponde a un cargo crítico. Pertenece a la función de Clínica / Calidad, clasificada como función clave del negocio. El cargo reporta directamente al Director Médico, quien a su vez reporta al Director General.

Sus responsabilidades se distribuyen en un 50% de actividades estratégicas y un 50% de actividades tácticas, sin dedicación a actividades operativas. Su labor combina el diseño de estrategias institucionales de calidad, la coordinación de planes de mejora clínica, la supervisión de auditorías y la articulación con equipos médicos y asistenciales para garantizar la seguridad del paciente y el cumplimiento de estándares clínicos.

Contribuye directamente a la calidad de la atención clínica, la seguridad del paciente y la conformidad institucional frente a procesos de acreditación y normativas regulatorias. Su influencia abarca unidades clínicas, equipos médicos y directivos, impactando transversalmente en los procesos asistenciales y en la imagen institucional frente a entes externos y la comunidad.

Complejidad e impacto

Profundidad de conocimiento

Conocimiento funcional: El cargo requiere un conocimiento profundo en gestión de calidad asistencial, auditoría clínica, normativas sanitarias y estándares de acreditación institucional. El Gerente de Calidad Clínica debe dominar metodologías de mejora continua, análisis de procesos clínicos y sistemas de indicadores, aplicando herramientas de gestión especializada para garantizar la excelencia en la atención y la seguridad del paciente.

Conocimiento del negocio: Debe comprender en detalle el funcionamiento de los procesos asistenciales y su impacto en la operación clínica y la percepción de los pacientes. Su rol exige interpretar el entorno regulatorio de salud, los requerimientos de acreditación y las políticas institucionales, integrando este conocimiento para alinear la gestión de calidad con los objetivos estratégicos del establecimiento de salud.

Desafío

Resolución de problemas: El cargo enfrenta problemáticas complejas relacionadas con desviaciones clínicas, incidentes críticos, cumplimiento de estándares y resistencia al cambio. El Gerente de Calidad Clínica debe analizar datos asistenciales, identificar causas raíz y liderar acciones de mejora sostenibles, considerando múltiples actores y variables clínicas, regulatorias y operativas.

Liderazgo: Lidera equipos técnicos especializados, comités multidisciplinarios y coordina con unidades clínicas, influyendo en la cultura organizacional y en la adopción de estándares. Su liderazgo es clave para movilizar la transformación de prácticas clínicas, sostener procesos de cambio y asegurar el compromiso de actores internos con la calidad y la seguridad asistencial.

Comunicación: Debe comunicar estándares, políticas, hallazgos de auditorías y planes de acción tanto a equipos clínicos como a directivos y entes externos. El Gerente de Calidad Clínica requiere habilidades para persuadir, facilitar conversaciones técnicas, gestionar conflictos y generar alineamiento institucional en temas sensibles vinculados a la seguridad del paciente.

Influencia

Autonomía: Opera con un alto nivel de autonomía para definir planes, priorizar intervenciones clínicas y coordinar auditorías. Si bien se alinea con lineamientos institucionales, lidera la implementación de la política de calidad de forma proactiva, proponiendo iniciativas estratégicas y gestionando sus propios recursos, equipos y tiempos.

Forma del impacto: Impacta directamente en la calidad de la atención clínica y la seguridad del paciente, así como en la imagen institucional frente a entes reguladores. Su influencia se manifiesta en cambios reales en procesos asistenciales, reducción de eventos adversos, cumplimiento normativo y mejora de la experiencia del paciente.

Alcance del impacto: Su alcance abarca transversalmente a todas las unidades clínicas, influyendo en médicos, enfermeros, técnicos y personal administrativo. Además, su impacto se extiende a la alta dirección, a organismos acreditadores y a la comunidad, posicionando a la institución como referente en calidad asistencial y cumplimiento normativo.

Responsabilidades

Actividades operativas (0%)

No aplica para este cargo.

Actividades tácticas (50%)

Actividades estratégicas (50%)

Requisitos

Formación y experiencia

Conocimientos

Conocimientos clave:

Conocimientos deseables:

Capacidades personales

Competencias

Competencias clave:

Competencias deseables:

Otros

Interacciones

El Gerente de Calidad Clínica interactúa de forma permanente con unidades clínicas, jefaturas médicas, enfermería y áreas administrativas para coordinar planes de calidad, levantar información asistencial y alinear procesos con los estándares institucionales. Externamente, se relaciona con organismos de acreditación, autoridades sanitarias y consultores especializados para coordinar auditorías, responder requerimientos regulatorios y posicionar a la institución como referente en seguridad asistencial.

Evaluación de desempeño

Criterios de evaluación

Ejemplos de indicadores medibles

Información laboral & administrativa

Guía de preguntas y respuestas

Para este cargo se propone una entrevista basada en logros. El candidato deberá presentar entre 3 y 5 logros relevantes, describiendo la complejidad del problema enfrentado, los desafíos de liderazgo y comunicación, el grado de autonomía con que actuó y el impacto generado en la organización.

Descripción de logros

1. Complejidad del problema:

Grado de dificultad, ambigüedad o novedad del problema enfrentado, considerando múltiples variables e impactos organizacionales.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo abordó un problema clínico o de proceso con impacto en la calidad asistencial, utilizando estándares técnicos, datos históricos y auditorías previas para definir acciones correctivas o rediseños de procesos críticos.

2. Desafío de liderazgo:

Nivel de influencia, coordinación y movilización de personas o equipos requeridos para avanzar hacia una solución efectiva.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo definió objetivos de mejora para equipos clínicos o administrativos, promovió cultura de calidad, evaluó desempeño de equipos y gestionó presupuesto de iniciativas asociadas a seguridad del paciente y cumplimiento normativo.

3. Desafío de comunicación:

Esfuerzo necesario para alinear intereses, persuadir actores clave y facilitar decisiones en contextos diversos o con información sensible.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo comunicó hallazgos complejos a médicos, directivos o autoridades regulatorias, logrando aceptación de planes de mejora o cambios en prácticas clínicas, adaptando su estilo según el nivel técnico y sensibilidad del tema.

4. Grado de autonomía:

Nivel de independencia en el análisis, decisión y ejecución, sin necesidad de supervisión directa o validaciones jerárquicas constantes.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo lideró una mejora o respuesta a evento adverso sin lineamientos previos, tomando decisiones técnicas, definiendo acciones correctivas y asegurando trazabilidad e impacto sustentable.

5. Impacto organizacional:

Manera en que la acción realizada transformó estructuras, procesos o decisiones, modificando el funcionamiento o dirección de la organización.

Qué se espera:

El candidato debería describir cómo su gestión en calidad contribuyó a reducir eventos adversos, mejorar indicadores clínicos y generar ajustes estructurales en los modelos de atención o estándares institucionales de calidad asistencial.

Demanda cognitiva del cargo

Este análisis se basa en la aplicación estructurada de modelos científicos reconocidos en psicología cognitiva, especialmente el modelo CHC (Cattell–Horn–Carroll), que clasifica las capacidades mentales en seis dominios estables y medibles para describir la demanda cognitiva del trabajo: Inteligencia Fluida (Gf), Inteligencia Cristalizada (Gc), Memoria de Trabajo (Gwm), Velocidad de Procesamiento (Gs), Capacidad Visoespacial (Gv) y Memoria a Largo Plazo y Recuperación (Glr).

Estas capacidades permiten describir con precisión los procesos mentales que requiere el ocupante de un cargo para enfrentar distintos tipos de desafíos intelectuales que demanda el rol, desde la resolución de problemas inéditos hasta la retención eficiente de información, el análisis verbal complejo o la integración de aprendizajes previos.

Las demandas cognitivas se organizan en tres niveles de relevancia para el cargo: capacidades clave, complementarias y no relevantes. Una capacidad clave es esencial para cumplir con las exigencias cognitivas del rol; su nivel requerido será Medio, Medio-alto o Alto, en función del grado de desafío identificado. Una capacidad complementaria no es imprescindible, pero puede potenciar el desempeño en ciertos contextos laborales o tareas específicas, y niveles bajos podrían representar una limitación bajo presión o carga elevada. Por último, una capacidad no relevante tiene bajo o nulo impacto directo en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar el funcionamiento general si interactúan con otras debilidades del entorno o del rol.

Perfilamiento del ocupante del cargo

Este perfilamiento está basado en el modelo de personalidad Big Five, reconocido globalmente por su solidez científica y su capacidad para predecir el desempeño en distintos entornos laborales. La evaluación se realiza considerando 10 rasgos que componen los cinco factores principales de la personalidad: Apertura, Responsabilidad, Amabilidad, Extraversión y Neuroticismo.

La apertura en 10 rasgos permite una mayor precisión y profundidad en la definición de los requisitos intelectuales, conductuales y emocionales del ocupante del cargo, al capturar matices como el estilo de pensamiento, la forma de relacionarse, la organización personal o la respuesta ante la presión. Además, facilita distinguir cuáles rasgos son más estables y cuáles presentan mayor maleabilidad, lo que resulta clave tanto para la selección como para el desarrollo y la gestión del talento.

Los requisitos del perfil se organizan en torno a cuatro niveles de relevancia para el cargo: rasgos clave, complementarios, acotados y no relevantes. Un rasgo clave es esencial para el éxito en el cargo y determina la capacidad del ocupante para cumplir con las exigencias del rol; su intensidad requerida será Media, Media-Alta o Alta. Un rasgo complementario no es estrictamente necesario, pero potencia el desempeño en ciertas situaciones del rol. Un rasgo acotado puede estar presente, pero controlado, ya que niveles altos podrían generar desalineación con el cargo. Por último, un rasgo no relevante tiene bajo o nulo impacto en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar indirectamente ciertas conductas básicas de funcionamiento laboral, por lo que no deben ser descartados sin análisis contextual.

Ajuste a la cultura organizacional

La cultura organizacional se configura como un entorno cálido, cooperativo y con fuerte vocación de servicio. El trabajo se desarrolla en contextos donde el vínculo con otros, la empatía y el cuidado mutuo son pilares del funcionamiento diario. Los liderazgos se ejercen desde la cercanía, promoviendo relaciones horizontales y espacios de contención emocional. Las relaciones laborales se basan en el compromiso afectivo, la disponibilidad permanente y el trabajo en equipo. Se espera una actitud atenta, ética y emocionalmente conectada, en un entorno que combina estructura funcional con apertura a la mejora y a la experiencia compartida.

Esta organización da un valor prioritario a los objetivos colectivos y a la vocación de servicio, muy por encima de la búsqueda de logro personal o posicionamiento individual. El entorno mantiene un equilibrio entre la apertura al cambio y la necesidad de estabilidad, creando un espacio flexible con cierta estructura contenedora. Se promueve activamente un ambiente laboral grato y estimulante, donde el bienestar emocional de quienes participan es un componente central. En términos relacionales, se favorece el equilibrio entre la expresión genuina y la cohesión del grupo, sin que ninguna de estas fuerzas predomine del todo. Este patrón cultural favorece a personas empáticas, solidarias y emocionalmente disponibles, capaces de comprometerse con el bienestar de otros desde una actitud de cuidado constante.

Para caracterizar al individuo que encarna esta cultura, se emplea el marco de los valores de Schwartz, un conjunto de principios universales que reflejan aquello que una persona valora, privilegia y considera importante al tomar decisiones y relacionarse en el trabajo. Precisar el nivel de cada valor permite traducir la dinámica cultural descrita en pautas de comportamiento concretas, desde la visión organizacional hasta el perfil personal que la representa.

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