Volver a ejemplos

Descriptor de cargo: Enfermera Jefe

Propósito

La Enfermera Jefe tiene como propósito liderar al equipo de enfermería de hospitalización adulta, asegurando el cumplimiento de protocolos clínicos, la coordinación eficiente de los turnos, la capacitación continua del personal y el monitoreo de indicadores asistenciales. Su rol es clave para mantener la calidad de atención clínica, la continuidad operativa y el cumplimiento de estándares institucionales, impactando directamente en la seguridad del paciente y en la eficiencia del servicio hospitalario.

Descripción general

Es una gestora de equipos de la categoría Supervisor de Resultados. Lidera al equipo de enfermería adulto hospitalizado, compuesto por 12 personas. Reporta al Coordinador de Enfermería, quien a su vez reporta al Director de Servicios Clínicos.

Su distribución de actividades corresponde a un 60% operativas y un 40% tácticas, sin responsabilidades estratégicas directas. Se enfoca en la coordinación clínica diaria, el aseguramiento de calidad, la continuidad de los cuidados y la mejora del desempeño asistencial del equipo.

Su impacto se extiende desde el equipo directo hacia otras unidades interdependientes del hospital, influyendo en la calidad del servicio, el flujo clínico y la seguridad del paciente.

Complejidad e impacto

Profundidad de conocimiento

Conocimiento funcional: Domina procedimientos clínicos en hospitalización de adultos, gestión de equipos de enfermería, protocolos de seguridad del paciente, uso de herramientas clínicas y normativas de calidad asistencial. Aplica estos conocimientos en la toma de decisiones cotidianas, resolución de contingencias y coordinación con otras unidades. Su conocimiento técnico es clave para mantener estándares institucionales y asegurar la continuidad del cuidado de los pacientes.

Conocimiento del negocio: Comprende la estructura organizacional y el rol de su unidad en el marco del hospital. Sabe cómo su equipo de enfermería impacta la operación clínica, los resultados en salud y la experiencia del paciente. Ajusta procesos internos y coordina con otros servicios para cumplir con indicadores institucionales, estándares de acreditación y requerimientos de gestión clínica, priorizando la eficiencia y la seguridad del paciente.

Desafío

Resolución de problemas: Resuelve problemas complejos y urgentes relacionados con ausencias de personal, incidentes clínicos o desviaciones en procesos asistenciales. Analiza antecedentes, coordina con equipos multidisciplinarios y aplica criterio técnico para tomar decisiones en tiempo real. Su capacidad para priorizar bajo presión y anticiparse a riesgos clínicos es clave para garantizar la seguridad, continuidad operativa y calidad en la atención hospitalaria.

Liderazgo: Lidera al equipo de enfermería del servicio, distribuyendo funciones, supervisando el cumplimiento de protocolos y asegurando la calidad asistencial. Motiva a su equipo, facilita espacios de mejora continua y promueve una cultura de responsabilidad clínica. Además, capacita a nuevos integrantes y evalúa el desempeño individual y colectivo, siendo una figura clave para el desarrollo profesional y la cohesión del equipo.

Comunicación: Transmite instrucciones clínicas, resultados de auditorías, ajustes operativos y lineamientos institucionales a distintos públicos. Adapta su comunicación según la audiencia, ya sea personal técnico, médicos, directivos o familiares de pacientes. Su rol requiere claridad, oportunidad y sensibilidad al comunicar temas delicados, fomentando la coordinación eficaz, el cumplimiento de protocolos y un ambiente laboral colaborativo en el contexto clínico.

Influencia

Autonomía: Actúa con alta autonomía operativa y criterio clínico. Toma decisiones frente a contingencias del servicio, propone ajustes a los protocolos y resuelve situaciones complejas sin necesidad de aprobación directa. Su independencia se basa en experiencia profesional, conocimiento institucional y confianza otorgada por la jefatura, lo que le permite liderar el servicio con responsabilidad, eficacia y alineación a los objetivos clínicos.

Forma del impacto: Influye directamente en la calidad del servicio entregado por su equipo de enfermería. A través de sus decisiones clínicas y operativas, impacta la seguridad del paciente, el cumplimiento de normativas y la eficiencia del servicio. Además, genera impacto representativo al ser referente ante otras áreas clínicas, auditorías internas y procesos de acreditación, contribuyendo activamente a la reputación institucional.

Alcance del impacto: Su impacto abarca el equipo de enfermería, los pacientes hospitalizados y las unidades clínicas con las que colabora. Sus decisiones inciden en el funcionamiento diario del servicio, en la experiencia del paciente y en los resultados clínicos. Además, contribuye al cumplimiento de metas institucionales mediante coordinación efectiva, liderazgo técnico y participación activa en iniciativas de mejora continua y calidad.

Responsabilidades

Actividades operativas (60%)

Actividades tácticas (40%)

Actividades estratégicas (0%)

No aplica para este cargo.

Requisitos

Formación y experiencia

Conocimientos

Conocimientos clave:

Conocimientos deseables:

Capacidades personales

Competencias

Competencias clave:

Competencias deseables:

Otros

No aplica para este cargo.

Interacciones

Interactúa con médicos, TENS, kinesiólogos, administrativos clínicos y personal de dirección médica. Estas interacciones son clave para coordinar el cuidado del paciente, implementar protocolos, informar estados clínicos y gestionar el desempeño del equipo bajo su supervisión.

Evaluación de desempeño

Criterios de evaluación

Ejemplos de indicadores medibles

Información laboral & administrativa

Guía de preguntas y respuestas

Para este cargo se propone una entrevista basada en competencias. A continuación, se presentan las preguntas sugeridas para cada competencia identificada, junto con las expectativas de respuesta alineadas con los requerimientos del rol.

Competencias clave

Competencias deseables

Demanda cognitiva del cargo

Este análisis se basa en la aplicación estructurada de modelos científicos reconocidos en psicología cognitiva, especialmente el modelo CHC (Cattell–Horn–Carroll), que clasifica las capacidades mentales en seis dominios estables y medibles para describir la demanda cognitiva del trabajo: Inteligencia Fluida (Gf), Inteligencia Cristalizada (Gc), Memoria de Trabajo (Gwm), Velocidad de Procesamiento (Gs), Capacidad Visoespacial (Gv) y Memoria a Largo Plazo y Recuperación (Glr).

Estas capacidades permiten describir con precisión los procesos mentales que requiere el ocupante de un cargo para enfrentar distintos tipos de desafíos intelectuales que demanda el rol, desde la resolución de problemas inéditos hasta la retención eficiente de información, el análisis verbal complejo o la integración de aprendizajes previos.

Las demandas cognitivas se organizan en tres niveles de relevancia para el cargo: capacidades clave, complementarias y no relevantes. Una capacidad clave es esencial para cumplir con las exigencias cognitivas del rol; su nivel requerido será Medio, Medio-alto o Alto, en función del grado de desafío identificado. Una capacidad complementaria no es imprescindible, pero puede potenciar el desempeño en ciertos contextos laborales o tareas específicas, y niveles bajos podrían representar una limitación bajo presión o carga elevada. Por último, una capacidad no relevante tiene bajo o nulo impacto directo en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar el funcionamiento general si interactúan con otras debilidades del entorno o del rol.

Perfilamiento del ocupante del cargo

Este perfilamiento está basado en el modelo de personalidad Big Five, reconocido globalmente por su solidez científica y su capacidad para predecir el desempeño en distintos entornos laborales. La evaluación se realiza considerando 10 rasgos que componen los cinco factores principales de la personalidad: Apertura, Responsabilidad, Amabilidad, Extraversión y Neuroticismo.

La apertura en 10 rasgos permite una mayor precisión y profundidad en la definición de los requisitos intelectuales, conductuales y emocionales del ocupante del cargo, al capturar matices como el estilo de pensamiento, la forma de relacionarse, la organización personal o la respuesta ante la presión. Además, facilita distinguir cuáles rasgos son más estables y cuáles presentan mayor maleabilidad, lo que resulta clave tanto para la selección como para el desarrollo y la gestión del talento.

Los requisitos del perfil se organizan en torno a cuatro niveles de relevancia para el cargo: rasgos clave, complementarios, acotados y no relevantes. Un rasgo clave es esencial para el éxito en el cargo y determina la capacidad del ocupante para cumplir con las exigencias del rol; su intensidad requerida será Media, Media-Alta o Alta. Un rasgo complementario no es estrictamente necesario, pero potencia el desempeño en ciertas situaciones del rol. Un rasgo acotado puede estar presente, pero controlado, ya que niveles altos podrían generar desalineación con el cargo. Por último, un rasgo no relevante tiene bajo o nulo impacto en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar indirectamente ciertas conductas básicas de funcionamiento laboral, por lo que no deben ser descartados sin análisis contextual.

Ajuste a la cultura organizacional

La cultura organizacional se configura como un entorno cálido, cooperativo y con fuerte vocación de servicio. El trabajo se desarrolla en contextos donde el vínculo con otros, la empatía y el cuidado mutuo son pilares del funcionamiento diario. Los liderazgos se ejercen desde la cercanía, promoviendo relaciones horizontales y espacios de contención emocional. Las relaciones laborales se basan en el compromiso afectivo, la disponibilidad permanente y el trabajo en equipo. Se espera una actitud atenta, ética y emocionalmente conectada, en un entorno que combina estructura funcional con apertura a la mejora y a la experiencia compartida.

Esta organización da un valor prioritario a los objetivos colectivos y a la vocación de servicio, muy por encima de la búsqueda de logro personal o posicionamiento individual. El entorno mantiene un equilibrio entre la apertura al cambio y la necesidad de estabilidad, creando un espacio flexible con cierta estructura contenedora. Se promueve activamente un ambiente laboral grato y estimulante, donde el bienestar emocional de quienes participan es un componente central. En términos relacionales, se favorece el equilibrio entre la expresión genuina y la cohesión del grupo, sin que ninguna de estas fuerzas predomine del todo. Este patrón cultural favorece a personas empáticas, solidarias y emocionalmente disponibles, capaces de comprometerse con el bienestar de otros desde una actitud de cuidado constante.

Para caracterizar al individuo que encarna esta cultura, se emplea el marco de los valores de Schwartz, un conjunto de principios universales que reflejan aquello que una persona valora, privilegia y considera importante al tomar decisiones y relacionarse en el trabajo. Precisar el nivel de cada valor permite traducir la dinámica cultural descrita en pautas de comportamiento concretas, desde la visión organizacional hasta el perfil personal que la representa.

Subir