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Descriptor de cargo: Coordinador de Proyectos Sociales

Propósito

El Coordinador de Proyectos Sociales tiene como propósito implementar proyectos sociales en territorio, asegurando su correcta planificación, ejecución y evaluación. Lidera un equipo operativo, se relaciona con actores comunitarios y colaboradores, y reporta a jefatura sobre avances, cobertura, cumplimiento y uso eficiente de recursos.

Descripción general

El Coordinador de Proyectos Sociales es un Supervisor de Ejecución, con rol de gestor de equipos, y no corresponde a un cargo crítico. Pertenece a la función de Proyectos Sociales, clasificada como función clave del negocio. Reporta directamente al Jefe de Programas Territoriales, quien a su vez reporta al Director de Proyectos y Alianzas.

Sus responsabilidades se distribuyen en un 70% de actividades operativas y un 30% de actividades tácticas. Planifica, ejecuta y reporta la implementación de proyectos sociales en terreno, liderando el equipo operativo y manteniendo coordinación con actores comunitarios y aliados institucionales.

Su impacto se refleja en la ejecución efectiva de proyectos sociales, la correcta rendición de recursos y la calidad del servicio entregado a los beneficiarios. Aporta a la misión institucional mediante la conexión directa entre planificación central y ejecución territorial.

Complejidad e impacto

Profundidad de conocimiento

Conocimiento funcional: El Coordinador de Proyectos Sociales requiere dominio técnico-operativo en planificación y ejecución de proyectos, control presupuestario, manejo de indicadores, herramientas de registro digital y procedimientos institucionales. Aplica estos conocimientos para organizar acciones en terreno, responder a contingencias y asegurar que las actividades se ejecuten con eficiencia, calidad y alineación a los lineamientos técnicos del programa y los compromisos sociales de la organización.

Conocimiento del negocio: Comprende cómo su rol interactúa con planificación, finanzas, alianzas y rendición. Su conocimiento del negocio le permite articular su labor con las demás áreas de la fundación y adaptar la ejecución del proyecto a contextos comunitarios diversos. Contribuye a que los recursos sean utilizados de forma eficaz y que los compromisos con actores externos, beneficiarios y donantes se cumplan conforme a lo esperado.

Desafío

Resolución de problemas: Debe resolver situaciones operativas como inasistencias, conflictos comunitarios o interrupciones logísticas. Lo hace aplicando criterio técnico, experiencia de campo y sentido práctico. Evalúa alternativas viables, toma decisiones inmediatas y comunica oportunamente a su jefatura. Asegura continuidad operativa, minimiza riesgos para beneficiarios y ajusta los procesos para mantener la eficiencia y el impacto del proyecto frente a escenarios imprevistos.

Liderazgo: Lidera un equipo de soporte en terreno, organizando tareas, monitoreando ejecución y asegurando cumplimiento de objetivos. Promueve una cultura de servicio, empatía y responsabilidad, ajustando el trabajo según el contexto comunitario. Desarrolla capacidades del equipo mediante acompañamiento técnico y retroalimentación constante. Resuelve conflictos internos y promueve un ambiente colaborativo, alineado con los valores y metas sociales de la organización.

Comunicación: Ejercita una comunicación clara, respetuosa y efectiva con beneficiarios, equipo técnico, jefaturas y aliados comunitarios. Redacta informes técnicos y operativos, transmite instrucciones con precisión y gestiona situaciones sensibles con diplomacia. Sabe adaptar el lenguaje a distintos públicos, conciliando necesidades de terreno con expectativas institucionales, y asegurando coherencia entre lo que se ejecuta, lo que se reporta y lo que se comunica.

Influencia

Autonomía: Toma decisiones operativas con autonomía táctica dentro de los marcos institucionales, sin requerir supervisión constante. Evalúa situaciones en tiempo real, resuelve contingencias de ejecución y propone mejoras prácticas. Coordina con jefaturas cuando es necesario, pero mantiene la capacidad de gestionar su equipo y cumplir los objetivos diarios del proyecto con criterio propio, flexibilidad y enfoque técnico-social bien fundamentado.

Forma del impacto: Su impacto se refleja en la ejecución eficiente del proyecto en terreno, asegurando que cada acción contribuya al bienestar de los beneficiarios y al logro de metas institucionales. Mediante su gestión diaria, optimiza tiempos, recursos y calidad del servicio. Su capacidad de respuesta y liderazgo operativo genera mejoras tangibles tanto para la comunidad atendida como para los procesos internos del programa.

Alcance del impacto: El impacto del Coordinador de Proyectos Sociales se extiende a los beneficiarios directos del programa, su equipo de trabajo y otros actores comunitarios. Además, su rol alimenta la toma de decisiones estratégicas mediante información de terreno, aportes desde la experiencia local y articulación con otras áreas de la fundación. Su labor permite conectar la estrategia institucional con la realidad operativa.

Responsabilidades

Actividades operativas (70%)

Actividades tácticas (30%)

Actividades estratégicas (0%)

No aplica para este cargo.

Requisitos

Formación y experiencia

Conocimientos

Conocimientos clave:

Conocimientos deseables:

Capacidades personales

Competencias

Competencias clave:

Competencias deseables:

Otros

Interacciones

El Coordinador de Proyectos Sociales mantiene relaciones constantes con beneficiarios, líderes comunitarios, voluntarios, su equipo operativo y jefaturas del área de proyectos. Su interacción busca garantizar la ejecución fluida del proyecto en terreno, resolver contingencias con prontitud y retroalimentar a la organización sobre los avances, desafíos y oportunidades detectadas en la implementación.

Evaluación de desempeño

Criterios de evaluación

Ejemplos de indicadores medibles

Información laboral & administrativa

Guía de preguntas y respuestas

Para este cargo se propone una entrevista basada en competencias. A continuación, se presentan las preguntas sugeridas para cada competencia identificada, junto con las expectativas de respuesta alineadas con los requerimientos del rol.

Competencias clave

Competencias deseables

Demanda cognitiva del cargo

Este análisis se basa en la aplicación estructurada de modelos científicos reconocidos en psicología cognitiva, especialmente el modelo CHC (Cattell–Horn–Carroll), que clasifica las capacidades mentales en seis dominios estables y medibles para describir la demanda cognitiva del trabajo: Inteligencia Fluida (Gf), Inteligencia Cristalizada (Gc), Memoria de Trabajo (Gwm), Velocidad de Procesamiento (Gs), Capacidad Visoespacial (Gv) y Memoria a Largo Plazo y Recuperación (Glr).

Estas capacidades permiten describir con precisión los procesos mentales que requiere el ocupante de un cargo para enfrentar distintos tipos de desafíos intelectuales que demanda el rol, desde la resolución de problemas inéditos hasta la retención eficiente de información, el análisis verbal complejo o la integración de aprendizajes previos.

Las demandas cognitivas se organizan en tres niveles de relevancia para el cargo: capacidades clave, complementarias y no relevantes. Una capacidad clave es esencial para cumplir con las exigencias cognitivas del rol; su nivel requerido será Medio, Medio-alto o Alto, en función del grado de desafío identificado. Una capacidad complementaria no es imprescindible, pero puede potenciar el desempeño en ciertos contextos laborales o tareas específicas, y niveles bajos podrían representar una limitación bajo presión o carga elevada. Por último, una capacidad no relevante tiene bajo o nulo impacto directo en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar el funcionamiento general si interactúan con otras debilidades del entorno o del rol.

Perfilamiento del ocupante del cargo

Este perfilamiento está basado en el modelo de personalidad Big Five, reconocido globalmente por su solidez científica y su capacidad para predecir el desempeño en distintos entornos laborales. La evaluación se realiza considerando 10 rasgos que componen los cinco factores principales de la personalidad: Apertura, Responsabilidad, Amabilidad, Extraversión y Neuroticismo.

La apertura en 10 rasgos permite una mayor precisión y profundidad en la definición de los requisitos intelectuales, conductuales y emocionales del ocupante del cargo, al capturar matices como el estilo de pensamiento, la forma de relacionarse, la organización personal o la respuesta ante la presión. Además, facilita distinguir cuáles rasgos son más estables y cuáles presentan mayor maleabilidad, lo que resulta clave tanto para la selección como para el desarrollo y la gestión del talento.

Los requisitos del perfil se organizan en torno a cuatro niveles de relevancia para el cargo: rasgos clave, complementarios, acotados y no relevantes. Un rasgo clave es esencial para el éxito en el cargo y determina la capacidad del ocupante para cumplir con las exigencias del rol; su intensidad requerida será Media, Media-Alta o Alta. Un rasgo complementario no es estrictamente necesario, pero potencia el desempeño en ciertas situaciones del rol. Un rasgo acotado puede estar presente, pero controlado, ya que niveles altos podrían generar desalineación con el cargo. Por último, un rasgo no relevante tiene bajo o nulo impacto en el desempeño esperado, aunque niveles muy bajos podrían afectar indirectamente ciertas conductas básicas de funcionamiento laboral, por lo que no deben ser descartados sin análisis contextual.

Ajuste a la cultura organizacional

La cultura organizacional se configura como un entorno relacional, participativo y comprometido con una causa trascendente. El trabajo diario se desarrolla en base a la colaboración activa, el apoyo mutuo y la vocación de servicio. Los liderazgos son cercanos y promueven vínculos horizontales, reforzando el sentido de propósito colectivo. Las relaciones laborales priorizan el bienestar emocional, la empatía y la construcción de comunidad, en un marco que equilibra apertura al cambio con prácticas que sostienen la identidad compartida.

Esta organización privilegia con claridad la orientación hacia propósitos colectivos y transformadores, por sobre la búsqueda de logros personales o reconocimiento individual. Existe un balance entre la necesidad de orden y la apertura a nuevas ideas, permitiendo el funcionamiento de estructuras adaptativas con cierto grado de estabilidad. Se valoran ambientes emocionalmente positivos, con énfasis en el bienestar de las personas, más que en la estricta adhesión a normas o exigencias formales. En el plano relacional, se promueve con fuerza la cohesión, la integración y el compromiso con el grupo, por sobre la expresión personal individualizada. Este patrón cultural favorece la incorporación de personas generosas, comprometidas y emocionalmente disponibles, que se movilizan por causas mayores y encuentran sentido en la colaboración afectiva y sostenida.

Para caracterizar al individuo que encarna esta cultura, se emplea el marco de los valores de Schwartz, un conjunto de principios universales que reflejan aquello que una persona valora, privilegia y considera importante al tomar decisiones y relacionarse en el trabajo. Precisar el nivel de cada valor permite traducir la dinámica cultural descrita en pautas de comportamiento concretas, desde la visión organizacional hasta el perfil personal que la representa.

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